miércoles, 9 de enero de 2013

Euforia.

Euforia. Muchos conocen el significado de esa palabra, pocos la sienten. Es esa sensación constante de felicidad, de no poder borrar la sonrisa de tu cara. De reír y no tener motivo. De querer saltar y tocar el mismísimo sol, de abrazarte a las nubes, de volar por el cielo. Esa sensación de que todo a tus ojos parece perfecto. De cantar para que te oigan a la otra parte del mundo y que tus gritos de felicidad se escuchen en el infinito. De bailar hasta que se te rompa el esqueleto y de que te recorra por las venas la energía, las ganas de vivir. Son esos impulsos locos que te dan de hacer tonterías que, de estar en otro estado emotivo, ni se te pasarían por la cabeza.  Es el no querer pestañear por miedo a perderte algo importante.
Es el deseo de comerse el mundo y beberse la vida.
Las ganas de que ese momento dure para siempre, la sensación de poder escalar el universo y de alcanzar la eternidad. Ésa es mi definición de la euforia, así es como me siento.

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