jueves, 20 de diciembre de 2012

Acostumbrada...

Acostumbrada a tenerlo todo en mis manos con sólo pedirlo, avezada a ver la vida de color rosa, a conseguirlo todo fácilmente, a soñar sin parar, a creer que todo es verdad. Habituada a la inocencia, a la niñez, acostumbrada a los regalos el día de Santa Claus. Familiarizada con los besos en la frente antes de dormir, a que me arropen con cariño. Acostumbrada a no llorar por otra cosa que no fuera un juguete roto. Avezada a ver sólo lo bueno de la vida, a ver que es un regalo. Acostumbrada a no tener preocupaciones. A jugar en los columpios, a comer piruletas en forma de corazón. Aclimatada a que todo sea fácil, a no sufrir. Avezada a dormir cuando me apetece y saltar cuando tengo ganas. A cantar y bailar, sin importar quién me 
mire. Habituada a reír sin parar, a ser feliz. A creer en los imposibles.




Y pasa, inevitablemente pasa, que creces, ves el mundo desde otra perspectiva, y te das cuenta de que no todo es tan perfecto como parecía hace un tiempo, ni por asomo. Que la vida tiene tonos rosa, pero también existen los grises, y desgraciadamente, abunda el negro. Simpatizas con las mentiras, acostumbras a verlas todos los días en otros labios. Te das cuenta de que en esta vida, nadie te regala nada, y que pocas cosas son fáciles. Que inocentes sólo son los niños, y que llega un día en que tú te conviertes en ese Santa Claus que tanto esperabas. Que los besos en la frente ya no te los da tu madre, y que sabes arroparte tú sola. Un juguete roto es la menor preocupación, hay cosas muchísimo más importantes por las que llorar. Aprendes que la vida tiene cosas buenas, pero que las malas, muchas veces las superan. Adviertes que tu día a día está lleno de preocupaciones. Que jugar en los columpios ya no te llena, y te das cuenta de que las piruletas de corazón, ya no saben tan bien como recordabas. Sufres, y no poco, más bien demasiado. No duermes cuando realmente te apetece ni saltas cuando te viene en gana. Cantas y bailas, pero ya no con la misma confianza, ahora, la opinión de los demás, te afecta. Eso de reír sin parar, ya no ocurre tan a menudo, y sí, soy feliz, pero ya no lo soy del mismo modo. Amo lo que tengo, aquello que me rodea, pero ya jamás podré ser feliz en mi ingenuidad, en mi inocencia, porque ya no está, hace tiempo que se fue. 
¿Que los imposibles existen?
No lo sé, vamos a comprobarlo.

2 comentarios:

  1. Hermoso!! Me encanto y las imágenes mejor imposible, un beso nena...sigue llenando mis pupilas con tus hermosos escritos. Felicitaciones =]

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    1. Muchas gracias! Comentarios como este son los que hacen que siga adelante con este blog! El apoyo de la gente, la satisfacción que me proporciona saber que hay personas a las que les gusta leerme.
      En fin, un beso y muchísimas gracias!
      ATT: Marina

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