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miércoles, 5 de octubre de 2016

Escribo para llenarme, para vaciarme.

Escribo para vaciarme, casi tanto como escribo para llenarme. Llenarme de algo, de lo que sea, de lo que surja. Llenarme de ilusiones que no pueden ser mías, de sueños que jamás podré cumplir, de conversaciones que no he tenido y de pesadillas que no conozco. Vaciarme de lo que siento, de lo que pienso, del conjunto de experiencias que me conforman, vaciarme de mí. Llenarme de mí, del mundo, de todo. Escribo para vivir, no vivo para escribir. Porque en días alegres escribir me hace brincar y cuando todo se acerca al desastre, escribir me ayuda a respirar. Porque expresarme es mi aire, contar es mi rezo y crear mi anhelo. Escribo para no ahogarme en las palabras que cada día se convierten en la soga que amenaza con matarme. Escribo para morir, para vivir, para sentir. Escribo porque soy yo y jamás antes conocí a un yo que no lo necesitara como pez al agua. Escribo porque imaginar es mejor que vivir la realidad en días grises, me gusta escribir porque invento un mundo donde todo es posible, donde puedo ser yo una y mil veces, donde realmente puedo vivir.


“Escribo en acrobáticas y aéreas piruetas, escribo porque deseo hablar profundamente. Aunque escribir sólo me esté dando la gran medida del silencio”.
Clarice Lispector.


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